La pantomima anual del salario mínimo


Así como la navidad trae el pesebre, el arbolito, los regalos y las celebraciones, también nos trae la más tradicional pantomima de todos los años: la negociación del salario mínimo del año entrante.

Al caer diciembre, se reúnen los representantes de los gremios, los sindicalistas y el gobierno para concertar cual será el salario que devengarán 4 millones de colombianos a partir del año siguiente. El salario mínimo es un punto de referencia que puede determinar inmediatamente el aumento de otras prestaciones sociales, el incremento en las cotizaciones de seguridad social; incluso las multas fijadas por las entidades estatales muchas veces están fijadas en salarios mínimos mensuales legales vigentes.

Para ello, los sindicatos que no representan al grueso de la población trabajadora colombiana, sino al grueso de los empleados que trabajan para las diferentes ramas del estado, y que se ganan su salario con los impuestos que pagamos, solicitan este año un aumento del 8%. Algo razonable, si se recuerda que durante muchos años el salario mínimo se aumentaba no sobre la inflación causada, sino la esperada para el año siguiente. Desde ese punto de vista el gobierno y los gremios les deben sin duda a los trabajadores.

Para los empleadores, no solo se incrementan los costos laborales sino también los parafiscales: las contribuciones a Subsidio Familiar, ICBF y Sena. Para el gobierno, si bien se pueden incrementar los recaudos, también se incrementan los pagos de indemnizaciones por demandas, por ejemplo. De acuerdo a la política monetaria, si hay más plata circulando para comprar los mismos bienes y servicios disponibles, se disparará inevitablemente la situación. Y aún tenemos resabios de la mentalidad indexadora que nos legó el finado sistema UPAC: yo subo los precios, tú subes los precios, él, nosotros, vosotros… lo cual se come cualquier aumento de sueldo, cuando se trata de salario mínimo.

En éste trasfondo, los gremios ofrecen un aumento del 3.2%, de cheveridad como quien dice, porque la inflación este año terminará en un magro 2,5%. Los representantes de los trabajadores se indignarán, las negociaciones se romperán una y otra y otra vez, y si no se transan, el gobierno terminará fijando por decreto el porcentaje que mejor le parezca.

La interpretación libertaria de la economía aborrece la noción de salario mínimo y señala que en Singapur éste no existe y sin embargo el nivel de vida es… el de un tigre asiático. Sin duda esta noción aquí se prestaría para el abuso, por la estructura actual del sistema, de lo que me gustaría hablar en otro post.

La razón que me puso a escribir esto es que en una pelea de dos contra uno, ya sabemos quien pierde siempre, lo que hace superflua la noción de “concertación”. Esta, es más bien una ilusión. Por favor, ahórrenos a los contribuyentes (el 100% de la población que compra cosas) lo que se gastan en los desplazamientos de los negociadores, los refrigerios, la energía gastada, y los ríos de tinta que corren por cuenta de este fútil remedo de acuerdo. Después de tantos años sabemos en qué va a terminar.

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