Consigue un reality o muere intentándolo

¿Recuerdan a Lorena Bobbit? ¿A Tonya Harding? ¿Y a los hermanitos Menéndez? ¿NO? No hay por que sentirse mal por ello, si ya llegó una nueva camada de escándalos que los desplazaron con o sin justicia: Nadya Suleman alias “Octomom”, Balloon Boy, Jon y Kate Gosselin (¡más sus ocho hijitos!), y los recién llegados Michaele y Tareq Salahi, cuyo arribo a los titulares de prensa se debió únicamente a la auténtica hazaña haberse colado en la primera cena de estado de Barack Obama, burlando de paso al servicio de seguridad del presidente de los Estados Unidos y a Homeland Security, una agencia de seguridad interna creada por la administración Bush después y a propósito del 9/11.

Hay detalles en común muy interesantes que subyacen en el fondo de todas estas historias y una diferencia entre los escándalos nuevos y los viejos que es el signo de esta moribunda década. Los mínimos comunes denominadores de todas estas historias extravagantes son: la violencia y el desmedido cubrimiento de prensa que han tenido. No se engañen: el Sr. Heene usó de la manera más vil a su hijo en su inescrupulosa búsqueda de reconocimiento, lo obligó a mentir, y el niño simplemente no pudo sostener el cuento reforzado ante el escrutinio de la prensa y la policía. Octomom ya era madre de seis hijitos pero no era suficiente para ella, forzó a la naturaleza para tener ocho más. Los Gosselin, no contentos con la dificultad que implica criar a ocho hijos en esta época, pusieron a prueba su matrimonio ante la opinión pública, y éste no resistió. No es la violencia simbólica del vaso de agua del abstruso Antanas Mockus, tampoco es la violencia espectacular y sangrienta de Bobbit, Harding y los Menéndez, pero es violencia al fin y al cabo. Y como todos sabemos, la violencia genera mucho rating.

La diferencia entre lo viejo y lo nuevo es… ta-ta-ta-taaan… la televisión real. Antes la consigna era vender los derechos cinematográficos con tal de salir siquiera en la película de la semana, ahora es tener un reality de tres temporadas. Sí, los Heene, después de dos episodios en Wife Swap (Intercambiemos esposas) y de haber saboreado las mieles de figurar en televisión, decidieron que la mejor forma de conseguir que alguna cadena comprara el reality que habían estado vendiendo infructuosamente (¡un reality científico – ¡qué originales!) era generando una conmoción a nivel nacional. Octomom fue en cierta forma la inspiración para los Heene; sólo necesitó ser una desequilibrada y parir ocho hijos en un solo embarazo para conseguir su reality. El caso de los Gosselin es más patético: el matrimonio iba bien, decidieron que la familia saldría en un reality (la versión moderna de Ocho son suficientes), y como a cualquier estrellita recién llegada, al Sr. Gosselin se le subió la fama a la cabeza. Ahora está persiguiendo infructuosamente el estrellato en Hollywood. ¿Y los Salahi? La Sra. Salahi también está impaciente por ser contratada para el reality “The Real Housewives of D.C”.

Dos elementos que son muy comunes para los aspirantes a figurar en realities: la desesperación (el caso clásico de actores y actrices cuya carrera pende de un hilo o está completamente acabada) y la excentricidad o la locura (se supone que por regla un excéntrico o un loco hace cosas más interesantes que el resto de la humanidad). ¿Todo a cambio de qué?

Todo por la fama, y lo que esto conlleva; el tratamiento preferencial (“¿Usted no sabe quién soy yo? ¡Soy fulano de tal, un VIP!”), las entrevistas (los Salahi ya van a salir en Larry King Live) y la plata. Todo gobernado por el facilismo, porque cualquiera sabe que los realities son el penúltimo eslabón de la cadena alimenticia televisiva (El último eslabón es el de los televentas). La fama generada por ellos es muy pobre moneda de cambio y supremamente efímera. Si Ozzy Osbourne revivió su carrera, y Jessica Simpson logró estirar un poco la suya con sus respectivos shows, se tratan de excepciones que confirman la regla. Paris Hilton y Nicole Ritchie hubieran seguido siendo famosas con o sin “The Simple Life”. Danny Bonnaduce ha hecho chorrocientos realities y aunque no es exactamente un don nadie, tampoco llegó a la lista A de Hollywood. Otros perdedores como Dustin Diamond son simplemente payasos. Acéptenlo, aspirantes a figurar en realities; éstos son sólo para perdedores, payasos que divierten al público en muchas ocasiones sólo por la vergüenza ajena.

Parafraseando a 50 Cent, la consigna actual sería “Consigue un reality o muere intentándolo”.

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Full disclosure: Dr. sipmac es un blogger. Como todos los bloggers que se la pasan opinando de lo divino y lo humano, Dr. sipmac desea tener lectores. Es decir, audiencia. Rating. ¿Acaso Dr. sipmac busca la fama? ¿Tendrá acaso el deseo inconfesable de figurar en un reality?
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