Ídolos de Barro 5: Carter, cacahuatero resentido, perdedor mezquino y precursor de Obama.

Demócratas = Buenos, Republicanos = Malos, parecen ser las ecuaciones que aun gobernaran a la prensa latinoamericana a la hora de cubrir y reportar las actuaciones políticas de la Cámara, el Senado y la presidencia estadounidense. Esta actitud no es muy diferente de la misma gran prensa norteamericana, de la que al fin y al cabo come de sus manos nuestra prensa local (¿otra manifestación del imperialismo yanqui?), sin preguntarse nunca nada.

Sólo así se entiende cómo se ha escapado con facilidad James Earl Carter, Jr. del juicio de la historia. Y con base en evidencias tangibles no es muy difícil deconstruir la carrera política del cacahuatero más famoso de Estados Unidos.

Para ser elegido, algunos gestos de reconocimiento hacia el pasado tuvieron que ser hechos.” Con esta ambigua frase la siempre confiable revista Time ayudó a nuestro Jimmy, ya ad portas de la presidencia, a edulcorar su pasado en el que más directamente no sólo había dejado constancia escrita el “estar de acuerdo con George Wallace (el último político estadounidense abiertamente racista) en la mayor parte de los temas”, sino que había denunciado públicamente a un rival político por no haber permitido hablar a Wallace en propiedad del estado de Georgia. ¡Nada mal para alguien que llegaría a contar con la bendición del padre de Martin Luther King, Jr en la convención Demócrata de 1976 (“Es algo cierto que el Señor envió a Jimmy Carter a aparecérsenos y llevar a América de regreso a donde pertenece”)!

Muéstrame a un buen perdedor, y yo te mostraré a un perdedor.” En fondo y forma, Jimmy Carter es el precursor de Obama; en tiempo de elecciones y hasta que la negación de la realidad no puede ser contenida más, son elogiados hasta el diritambo desequilibrado por parte de la prensa y a su vez del público embelesado. Son irritables e inexplicablemente ambiguos sobre episodios de su pasado (ver controversia sobre Jimmy dándoselas de “físico nuclear” con tan solo un curso libre de un semestre), así como arrogantes con sus electores, opositores políticos (y países aliados), pero muy humildes con los sátrapas y dictadores. Cuando se le explicó del Sha que ya depuesto y deshauciado buscaba refugio en Estados Unidos, contestó: “Que se joda el Sha”.
All American por fuera... cacahuatero por dentro
He mirado a un montón de mujeres con lujuria. He cometido adulterio en mi corazón muchas veces.” La habilidad que tuvo Carter para rebajar la dignidad presidencial no tuvo parangón. Kennedy, aunque fuera promiscuo, nunca concedió una entrevista a Playboy, por ejemplo. Barack Obama aparece en programas televisivos de variedades pero no ha tenido que enfrentarse a un conejo agresivo. Ningún presidente aparte de él ha reportado el avistamiento de un OVNI. Al mismo tiempo, la extraña compulsión de adular a los líderes de naciones adversarias (o a sus esposas), no deja de resemblar un poco a la misma necesidad que tiene Obama de hacerle venias al mismo tipo de líderes, y no nos digamos mentiras, una actitud derrotista. Al buen Jimmy le irritaba “la actitud de los americanos hacia el comunismo” y que no vieran su avance “como algo perfectamente válido y legitimo.

Ni toda la legislación del mundo podría arreglar lo que está mal con Estados Unidos.” Treinta y dos años después sentimos las consecuencias del ascenso del fundamentalismo islámico en Irán, el cual fue permitido más que por acción, por omisión por parte de Carter. La crisis económica que siguió, fue aprovechada por el cacahuatero no para ofrecer soluciones sino para decirle a su nación que debían acostumbrarse a ser una nación en declive, que nada bueno podían esperar del futuro.

Ni siquiera sus más preciados logros pueden ser considerados como suyos: el acuerdo de paz de Camp David fue apenas la fachada de unas negociaciones que ya habían llegado a feliz término hacía mucho tiempo. Carter era apenas la mampara (o el pararrayos) de una farsa bien coreografiada. Y el Premio Nobel de la Paz (la reivindicación que tanto ansiaba ante el público estadounidense) fue más que todo una “bofetada” del comité del premio a George Bush por su invasión a Irak, antes que el reconocimiento a su gestión “humanitaria”.
Time no tiene absolutamente NINGUN criterio!!!

Carter llevaba años y años humillándose para conseguir el preciado galardón, hasta que por fin se presentó la oportunidad para que consideraran dárselo. Mientras tanto, esa gestión “humanitaria” no resiste ningún análisis serio en cuanto a su accionar en el Medio Oriente se refiere. William Safire, el reputado columnista reportó en su momento que Cyrus Vance (ex Secretario de Estado del personaje de marras) había reconocido que, de haber tenido un segundo mandato, Carter habría vendido a Israel por completo (para lo que hubiera servido el acuerdo de Camp David, ¿no?).

La gestión del Centro Carter está bien plagada de episodios turbios tales como la financiación de sus actividades, el antisemitismo implícito en sus acciones (aunque sea vehementemente negado por el ex presidente), y el constante saboteo del trabajo diplomático de su nación, que no deja dudas de cual será también el camino a seguir por Barack Obama cuando ya no sea presidente.

El mayor error de mi presidencia fue permitir que Ronald Reagan fuera presidente.” En su mundo, Carter no perdona haber sido contradicho y puesto en evidencia sus gigantescos errores y equivocaciones: Estados Unidos y su economía se recuperaron, el comunismo colapsó, y la confianza volvió; por lo que intentó vendernos otra vana y fatua imagen de sí mismo” la de “Joe Derechos Humanos”, la cual tampoco es real.

Pero nada como su rueda de prensa de Panamá en "español" y la traducción de su discurso a los polacos.
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