Diez años del Atentado del 11 de Septiembre de 2001 a las Torres Gemelas
Estaba delante del televisor medio despierto. Ese día me había quedado dormido hasta tarde y mi anfitriona me haló de la cama para que viera algo grave que pasaba en Estados Unidos. La sensación de irrealidad daba vértigo. Era de esas cosas que pasaban en las películas hollywoodenses de desastres, sólo que no era una película. Con tono tremendístico, el director de noticias del canal de TV se refocilaba en las imágenes que repetían una y otra vez: un avión que impactaba una de las Torres Gemelas en Nueva York.
No recuerdo específicamente lo que hablaba con mi anfitriona, sólo que no pasó mucho tiempo y otro avión impactaba la otra torre. Casi me niego a creer lo que veían mis ojos y fue muy difícil aceptar después que las torres se derrumbaban. No recuerdo de antecedentes en los que el mundo contemplara en vivo y en directo una catástrofe de semejante magnitud. Y deseo que no vuelva a suceder, a despecho del desastre de Fukushima y tantas tragedias que hemos vivido en estos últimos diez años.
¿Por qué los terroristas odian a los estadounidenses? Buena pregunta. Pero también habría que preguntar por qué odian también a los españoles, a los británicos, a los nigerianos... Es irónico que viviendo con mayor comodidad y libertad que en sus países de origen, los terroristas estén dispuestos a acabar con esa comodidad y libertad.
"De donde venimos, allá todos los días son Septiembre 11 de 2001", dicen.
De donde son, en algunos países viven en el siglo XV y otros en el sigo VI.
¿Por qué nos odian? Porque somos libertinos, disipados... e infieles. Nuestra libertad, imperfecta como es, es un pecado, una impudicia para ellos.
Y tenemos que lidiar con eso, para bien o para mal.
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