El paso de la era Uribe a la era Santos no va muy bien
Un título tan prosaico y lacónico a la vez para un post que tengo proyectado hacer esta vez sin links. Ya se sabe que la política declarada de este blog es conseguir la mayor cantidad de soportes posible para cada afirmación que se haga. No se trata de hablar por hablar, sino de que cada interpretación que se me dé por aventurar no sea tan aventurera y peregrina.
En todo caso, las noticias ya son de público conocimiento. Ustedes sabrán, que no bien Santos ganó la segunda vuelta, los columnistas de prensa que antes no podían pasarlo ni con café con leche, ahora encuentran cierto placer perverso en buscar fisuras entre la alianza Uribe-Santos. Y es que a Uribe los nombramientos hechos por el presidente electo tampoco le pasan ni con café con leche; algunos de ellos, verbigracia el del futuro Ministro de Agricultura, el nunca bienamado Juan Camilo Restrepo son como una traición. El mensaje es claro: habrá continuidad (es posible que ni eso), pero habrá cambios en la forma y en el tipo de personal. Se acabaron los funcionarios que les gustaba actuar atropellando, con absoluta indiferencia sobre los resultados de su gestión (o la falta de esta), tipo Andrés Uriel Gallego.
Por otro lado, ahora las farc decidieron que ahora sí tenían interlocutor válido, y decidieron dejar de irrespetar hablando con el dueño del circo y no con los payasos, como venían haciendo desde hace rato al aceptar como interlocutor a "Colombianos por la Paz". Se dice que cada vez que empezaba un gobierno, este grupo armado ilegal hacía la misma oferta con casi las mismas exigencias, donde ellos pedían todo a cambio de nada, es decir, apenas una sentadita a conversar sobre lo demás (no quedaba nada que se pudiera considerar lo demás). Sólo que durante la era Uribe, las exigencias del gobierno también eran que las farc entregaran todo a cambio de nada. Ahora, el gobierno entrante da a entender que la puerta está abierta. Todo el que hace pronósticos tiene que atenerse a pegarse su estrellada, pero no creo estar arriésgandome mucho al afirmar que a Santos se le puede ir la mayor parte de su gobernabilidad y el apoyo popular donde monte de buenas a primeras unas negociaciones de paz, sean éstas abiertas, o peor aun, secretas. El recuerdo del Caguán aun está muy fresco en la memoria de los colombianos que votan como para aceptar algo diferente a una guerrilla totalmente derrotada y de rodillas. Hasta ahora nada nuevo, se dice que los presidentes colombianos entran por la izquierda y se van por la derecha.
Por la misma razón le quedó difícil, muy difícil a Santos normalizar relaciones con Venezuela sin antes arreglar el asuntito insignificante ése de la presencia guerrillera en territorio nominalmente bajo control del ejército y la guardia nacional venezolana. En este caso Uribe supo dejar todo atado y bien atado. La parte de la opinión pública colombiana que es y seguirá siendo uribista a pesar de todo, no dejará pasar por alto nada de esto.
En estos días ha causado revuelo el hecho de que el presidente saliente haya escogido una de las casas fiscales de la policía como residencia a partir del 7 de Agosto en la noche; y a simple vista no tiene lógica. ¿Acaso éste no fue el gobierno de la seguridad democrática y la confianza inversionista? Bueno, yo acá desde la cocina, pienso que Uribe es un premio muy jugoso y simbólico no sólo para la guerrilla sino para cualquiera que quiera llevárelo como premio a él y a su familia. Una vez considerando esto, lo de irse a vivir con los oficiales de la policía adquiere pleno sentido. El juego de tumbar al número 1, al 2 y al 3 de cualquier jerarquía es un juego que puede jugar cualquiera, las farc incluídas.
La sensación de déjà vu no podría ser completa sin la gabinetología, ese pasatiempo estúpido que ha derramado ríos de tinta en periódicos y galones de baba delante de los micrófonos y las cámaras. Que si fulanito es cuota de mengano y de la región tal y que si perencejo entra a título personal o del partido más cual. Esta babosada de ver como un gabinete de ministros representa milimétricamente (odio que esta palabra aparezca en política) las aspiraciones de la coalición gobernante, es lo que me está haciendo perder las esperanzas de que nos quedamos con lo mejor para seguir mejorando, y que lo peor ya quedó atrás.
Bienvenidos al pasado.
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