Salud en Colombia: más clientes y menos pacientes

Claro que lo hace por la plata!
Beatriz Londoño una ministra a quien prácticamente se le ha considerado “invisible” en su gestión, decidió conceder una entrevista a El Tiempo, donde advierte que sólo permanecerán las EPS que funcionen bien, y que se descontará la plata a las EPS que nieguen servicios. Y como Rito Dávila dijo esta mañana, la próxima semana más cuentachistes.

Parte de la crisis de la salud proviene del temor irracional de considerar la salud como una mercancía (a la vez que un derecho). Desde el principio, al reglamentarse la Ley 100, hubo trastabilleos: no podían llamarse “empresas”, sino “Entidades Promotoras de Salud”, porque el ánimo de lucro es herético. Si se analiza la prestación del servicio, que está centrada en lo que hacen los médicos, se dará uno cuenta que ellos no trabajan por amor al arte, lo hacen por ganar plata. Es decir, con ánimo de lucro.

Entonces, ¿de verdad se creen los colombianos y el gobierno en que los inversionistas van a constituir empresas, digo entidades promotoras de salud que no estén interesadas en el lucro?

Eso es exactamente lo que pasó y lo que sigue pasando. Y solo así empieza la engañifa, la pretensión de castidad cuando se es todo lo contrario, de las cuales el ejemplo clásico es Saludcoop EPS, que nominalmente todavía es una cooperativa sin ánimo de lucro. Pero todos, absolutamente todos los proveedores de esta EPS, que pertenecen a los mismos dueños, sí que tienen ánimo de lucro. Sólo así se pudo organizar cínicamente la debacle anunciada de la EPS más grande del país.

Empezando a reconocer que la salud es también un negocio, y que quienes participan en él tienen un legítimo derecho a ganar dinero, es el comienzo para salir del actual atolladero. El usuario del servicio no sólo es un paciente, es un cliente, así no le guste a la ministra Beatriz Londoño ni a todos aquellos que creen que todos los involucrados deben comportarse algo así como apóstoles y misioneros. Un paciente por definición es un sujeto pasivo, a la espera de que lo atiendan. Un cliente empoderado exige que por su dinero le presten el mejor servicio posible. De esta forma quizá se pueda fijar un precio real sobre todo servicio que se preste, no que quede disimulado a través del papeleo y la tramitomanía, o de su negación o dilación interminable.

Aun así, la ilusión de la cobertura y de la accesibilidad no tienen por qué quedarse en lo irreal: el gobierno y las EPS manejan cantidades astronómicas de dinero, que bien empleado, bien administrado, puede servir para atender las necesidades de salud de los colombianos.

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