Cuarenta millones de pesos y las tierras devueltas

El primer caso que conozco de restitución de tierras en la historia moderna procede de los tiempos de la Guerra Civil Americana: hacia 1865 el general unionista William T. Sherman mediante la Orden Especial de Campo No. 15 empieza a entregar a los esclavos liberados en el estado de Georgia, cuarenta acres de tierra (unas 16 Has.) y una mula. En aquellos tiempos se consideraba como un patrimonio razonable con el cual se podía iniciar una granja exitosa.

Alrededor de 10.000 antiguos esclavos se habían vistos beneficiados de esta política oficiosa, pero la política oficiosa nunca se volvió oficial. Andrew Johnson, el sucesor del asesinado Abraham Lincoln, reversó la orden y devolvió a los anteriores dueños las tierras. Y la expresión "40 acres y una mula" quedó para siempre en Estados Unidos como el ejemplo de una promesa incumplida.

Tanto es así que en el caso de Pigford, que buscaba indemnizar a los granjeros afroamericanos que se hubieran considerado víctimas de discriminación de parte del Departamento de Agricultura, además de colarse una gran cantidad de inescrupulosos (empezando por leguleyos), la administración Obama intentó echarle tierra a la gigantesca defraudación del erario tratando de convertir un pequeño caso de indemnización en la "reparación" por 246 años de esclavitud, sin haber hecho ningún tipo de anuncio o presentar un proyecto de ley ante el congreso. La prensa tradicional estadounidense también ayudó muchísimo poniéndole sordina al escándalo. Mientras tanto, mucha gente sigue decepcionada en la moribunda ciudad de Detroit esperando sin ningún tipo de certeza el "dinero gratis" de Obama.

Al otro lado del charco, la República Federal Alemana reconoció individualmente a las víctimas del holocausto alguna cantidad de dinero y las víctimas por sí mismas han ido recuperando con diversos grados de éxito los bienes que les fueron despojados durante el auge y caída del régimen nazi.

Por esto, no tiene nada de excepcional, de único ni de novedoso la "Ley de Víctimas" que el Congreso colombiano aprobó y el presidente Santos firmó harán apenas unas 24 horas con presencia del mandamás de la ONU y otras figuras. Aunque el dolor de las víctimas es real, sigo dudando de las intenciones reales de esta ley. No puedo dejar de ver todo este asunto con una visión cínica. A ver:

* Cualquiera que viva en Colombia o haya leído "Cien Años de Soledad" o "El Coronel No Tiene Quien le Escriba", sabe que las leyes muchas veces son muy bonitas y muy bien intencionadas, pero del dicho al hecho hay mucho trecho.
Mucho tilín tlilín y nada de paletas. Esa fiesta dada por el presidente probablemente salga a acecharlo en los años venideros.

* El gobierno podría estar blindándose de cualquier demanda colectiva y/o individual que se le presente por negligencia, acción u omisión en cada caso de violencia que dejó este país. En instancias juridícas nacionales y/o internacionales. Desde ese punto de vista, es sin duda una jugada brillante.

* Se decía que la reparación para cada víctima constaría de 40 millones de pesos más la restitución de 2 millones de hectáreas de tierra que les fueron arrebatadas (como si lo estuviera haciendo bien ahora). Si en Colombia se han contado 4 millones de víctimas, entonces estaríamos hablando de la bicoca de 160 billones de pesos.

El premio mayor más grande del baloto más la plata de los Nule son plata chica al lado de esto. Se dice que el presupuesto del 2012 vale efectivamente 160 billones de pesos. Los violentos hicieron y deshicieron en calidad de victimarios, y nosotros los contribuyentes pagaremos la factura. Claro que cuarenta millones de pesos por víctima no es nada tampoco al lado de lo que sería que cada una de ellas hiciera una demanda a lo Ingrid Betancur o Alan Jara (que desistieron de proseguir por la indignación de la opinión pública en un caso y el cálculo político en el otro).

Otra razón por la cual darles las gracias a las farc, el eln, los paramilitares, las bacrim, las "fuerzas oscuras" y los "casos aislados" de la fuerza pública. Gracias por nada.

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