Cisma en la FIFA: el dinero manda

Cualquiera que tenga edad suficiente, recordará el fin de la era dorada del boxeo como espectáculo de masas: la década de los 70’s. Durante los ochentas habría esporádicas apariciones de boxeadores llenando escenarios en algunas partes de América Latina, pero ya en los noventas el fenómeno se circunscribiría a la Meca del boxeo, Las Vegas. El resto del público aficionado se quedaría sentado en la casita viendo los combates por televisión.

Ahora el boxeo como deporte apenas si moja prensa. ¿Por qué? Bueno, ya ser “campeón mundial” no es lo que era incluso en los años 70’s. Si bien en esa época existían dos organizaciones que otorgaban títulos, la AMB y el CMB, la ambición y codicia por el dinero que movía el espectáculo no pudo impedir que surgieran la FIB y la OMB, devaluando irreparablemente la hazaña de conseguir un título de boxeo en cualquier categoría.

Ahora existen no menos de seis (6) organizaciones otorgando “campeonatos mundiales” de pacotilla, con bolsas de premios que no son ni la sombra de lo que alguna vez fueron. Sólo los Oscar de la Hoya que “unifican” títulos pueden ver algún dinero de verdad, para desperdiciarlo a la antigua usanza: mujeres, trago y vicio (no es raro que los boxeadores despilfarren el dinero).

Por lo mismo no es de sorprenderse que en algún momento se produzca un gran cismo en la monolítica FIFA, que desde 1904 hasta el presente ha mantenido control sobre cómo se juega fútbol y el manejo del espectáculo en todo el mundo. Celosísima de la intromisión e injerencia de la justicia ordinaria y de los gobiernos en sus asuntos, maneja con poder de sátrapa el gran negocio actual que es el fútbol profesional y los campeonatos mundiales y continentales.

El hecho de que el fútbol es más que nunca un gran negocio es lo que permitirá la rebelión que tristemente terminará con su hegemonía. En medio de manejos oscuros (reelecciones con un solo candidato, otorgamientos turbios de sedes de mundiales) Joseph Blatter ridículamente pretende hacer ver al mundo que nada raro está pasando, al mismo tiempo que le sigue apretando las clavijas a los clubes, selecciones, jugadores y directivos por ambición y codicia.

No hay nada más aburrido que un partido amistoso entre selecciones nacionales. La mayor parte del tiempo los amistosos terminan en empates lánguidos con poco espectáculo. Sin embargo, por orden de Su Majestad Blatter I, las federaciones de todo el mundo están obligadas a concertar 12 de ellos cada año, y ahora quieren que sean 17. ¿La razón? Más dinero para las arcas de la FIFA. Sí, las federaciones de cada país reciben plata; pero también se redistribuye plata de los amistosos más jugosos para federaciones con menor peso específico en el concierto mundial del fútbol. Pero por más insignificantes que sean estas federaciones, siempre tendrán un voto para reelegir a Blatter.

Hasta el comienzo de la década de los noventa, las federaciones con sus selecciones naturales tenían de madera ídem la voz cantante en los asuntos futboleros, pero en la medida en que comenzaron las megatransacciones de jugadores y los derechos de transmisión por televisión se volvieron una auténtica mina de plata para los clubes profesionales (sobre todo en Europa), una dinámica de retroalimentación permitió que el poder se desplazara hasta dichos clubes. Los 15 clubes más importantes de Europa son más multinacionales que equipos, las sumas de dinero que invierten, mueven e ingresan son astronómicas. En este orden de ideas, son los clubes quienes tienen la prioridad sobre sus jugadores, a los que prestan a regañadientes a las selecciones, sobre las que ya no existen trabajos largos de preparación. Se suspenden los torneos locales unos cuantos días, a jugar con la selección y de regreso al club. Las inversiones realizadas son razón objetiva y lógica de este esquema; no hablemos entonces de lo que pasa cuando un jugador se lesiona jugando para una selección nacional.

Por esto no es difícil entender la irritación de los clubes en este nuevo esquema de hacer más dinero por parte de Blatter. Aunque hay otros detalles además de la corrupción de la máxima rectora del futbol, como el hecho de que no se adopten tecnologías para mejorar las decisiones arbitrales (fuente eterna de injusticias en un negocio multimillonario), será esta molestia agravada de los clubes lo que ocasione un gigantesco cisma, que aparte a los clubes de las selecciones en definitiva, o las federaciones con más preponderancia de las insignificantes. Sí, no es difícil ver a una buena cantidad de naciones de los cinco continentes fuera del negocio.


Todo quedaría listo entonces para un segundo cisma, y un tercero...

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