La cachaza de Caracol y El Espectador - sólo nosotros nos podemos lucrar de la muerte de Pablo Escobar

Las monas de Escobar | ELESPECTADOR.COM: Los creadores y distribuidores del album de “monas” de Pablo Escobar sabían bien lo que hacían cuando lo pusieron a circular: no sólo lucrarse de la popularidad de la serie que se emite en estos momentos, sino perpetuar el mito del capo y de paso hacer un repaso de lo que puede obtener el poder de la mafia: fincas extravagantes, carros, aviones, mujeres.

Los coleccionistas, niños y adolescentes de los barrios más populares de Medellín, son los hijos y nietos de los hombres y mujeres que a la hora de la muerte de Escobar acompañaron su féretro al cementerio, enardecidos por la caída del que consideraban su benefactor y su héroe, un hombre capaz de todo.
¿Sabían que Caracol y El Espectador son del mismo dueño? ¡Claro que lo sabían! Y ahora los del macabro álbum de "monas" les salieron a deber. Es que los únicos con derecho a capitalizar la vida, "obra" y "milagros" del narcotraficante y genio del mal que respondía al nombre de Pablo Escobar son Caracol y El Espectador, ¿no sabían?

Podrían alegar que un álbum de cromos de Escobar es lo mismo que hacer un álbum de figuritas de Hitler; pero, ¿por qué corrieron entonces a hacer una miniserie sobre el capo del Cartel de Medellín? Al fin y al cabo, en Alemania tuvieron la sobriedad y sensatez de esperar cincuenta y nueve (¡59!) años para que una película del calibre de Der Untergang (El Hundimiento) viera la luz del día. Nunca han olvidado, pero sin duda una saludable distancia había sido mantenida para que por fin el retrato de un megalómano genocida pudiera emerger.

Y todo porque como Adolf Hitler, también Pablo Escobar tuvo, sigue teniendo y tendrá seguidores (Para colmo de nuestros males). Quién sabe cuántos todavía estarán haciendo juramentos en el nombre de ambos. 

Y en El Espectador tienen la cachaza de indignarse. Muy bien, había que hacerle los honores al heroísmo del gran Guillermo Cano. Y al de Rodrigo Lara Bonilla. Y al de Enrique Low Murtra. Y al de una larguísima lista de jueces, soldados y policías. Y había que recordar a quienes murieron de tantas formas atroces, todo para que el capo pudiera tener una tumba en Colombia y no una celda en Estados Unidos.

Pero aténganse a las consecuencias entonces y no se quejen. Y sigan contando sus billetes, pues.
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