Cosas de la vida diaria colombiana que no deberían existir… pero existen
Frikonomía |
Por el barranquillero promedio
No hablemos de la violencia, el terrorismo o la desigualdad. Hay cosas que incordian la vida del colombiano, que tienen soluciones muy sencillas, y que producirían profundos cambios en el bienestar de los habitantes de este país. Por ejemplo:
El canje de cheques de un día hábil: Hasta la década de los 90’s no era raro que demorara hasta 3 días hábiles que se hiciera efectivo un cheque de otro banco consignado en tu cuenta. Hoy es 1 día hábil. Con la tecnología existente, eso se podría resolver en menos de una hora.
La guerra del centavo: la tecnología actual permitiría que desapareciera para siempre el uso de dinero en efectivo en las rutas de buses urbanos. Si hasta el juego del chance se hace ahora en datafonos, ¿por qué no iba a ser posible pagar el pasaje de bus con tarjetas magnéticas recargables? La seguridad de los choferes mejoraría, así como sus condiciones de trabajo. El insulto “robavueltos” desparecería del lenguaje popular. Pero bueno, así como los bancos prefieren mantenerse en un bajo nivel tecnológico, a los transportadores no les sirve un sistema de caja única, que acabaría con la ley de la selva y la depredación entre ellos mismos que origina la guerra del centavo... y la amargura de viajar en bus.
Los taxímetros: en una sociedad que se precia de ser cada vez más secular y hasta libertaria, es extraño que taxistas y pasajeros fetichicen el papel regulatorio del estado a través del taxímetro impuesto por el Código Nacional de Tránsito. No hay forma de abolir la trampa del “muñeco”, por lo que el pasajero siempre va a perder… a menos que haya un acuerdo de voluntades inicial, que convenga la tarifa a pagar… y para eso no se necesita taxímetro. Hay una sobreoferta de taxis tal, que perfectamente la ley de oferta y demanda puede regular los precios. Hay ciudades en donde ni siquiera ha podido aumentar debido a esto.
Las curadurías urbanas: en donde cualquiera hace lo que se le pega en gana a la hora de construir y establecer negocios, no importando si se hace en zonas residenciales, estos entes sobran porque son en el mejor de los casos un saludo a la bandera y un foco de corrupción en el más extremo.
Las personerías, las asambleas departamentales, la Auditoría General de la Nación, Cormagdalena, las CAR, la Contaduría General de la Nación: aparte de ser fuentes de excelentes sinecuras, ¿alguien sabe si han realmente servido de algo alguna vez?
El régimen salarial de los altos empleados del estado: una de las injusticias más hirientes de este país no es sólo que los congresistas, magistrados, ministros, consejeros y demás yerbas devenguen sus sueldazos, sino que también se las arreglen para recibir luego, además de adefesios tales como pasaportes diplomáticos a perpetuidad (una de las prebendas más codiciadas de los altos funcionarios públicos), pensiones millonarias que amenazan la viabilidad de las finanzas públicas, justifican la creación de más impuestos, y desvían los recaudos de éstos de la inversión social. Afortunadamente, la solución es muy simple: salario integral para todos los altos cargos del estado. Para una gente tan culta y preparada, no es difícil ponerlos a ahorrar de su cuenta para su pensioncita y sus cesantías; al fin y al cabo si algo han demostrado estos rateros de cuello blanco es la creatividad a la hora de desfalcar al estado. Están en mora de quitarle este fardo a la nación, a los contribuyentes y a las generaciones venideras que seguirán heredando el pago de sus jubilaciones millonarias.
Soluciones es lo que hay.
La guerra del centavo: la tecnología actual permitiría que desapareciera para siempre el uso de dinero en efectivo en las rutas de buses urbanos. Si hasta el juego del chance se hace ahora en datafonos, ¿por qué no iba a ser posible pagar el pasaje de bus con tarjetas magnéticas recargables? La seguridad de los choferes mejoraría, así como sus condiciones de trabajo. El insulto “robavueltos” desparecería del lenguaje popular. Pero bueno, así como los bancos prefieren mantenerse en un bajo nivel tecnológico, a los transportadores no les sirve un sistema de caja única, que acabaría con la ley de la selva y la depredación entre ellos mismos que origina la guerra del centavo... y la amargura de viajar en bus.
Los taxímetros: en una sociedad que se precia de ser cada vez más secular y hasta libertaria, es extraño que taxistas y pasajeros fetichicen el papel regulatorio del estado a través del taxímetro impuesto por el Código Nacional de Tránsito. No hay forma de abolir la trampa del “muñeco”, por lo que el pasajero siempre va a perder… a menos que haya un acuerdo de voluntades inicial, que convenga la tarifa a pagar… y para eso no se necesita taxímetro. Hay una sobreoferta de taxis tal, que perfectamente la ley de oferta y demanda puede regular los precios. Hay ciudades en donde ni siquiera ha podido aumentar debido a esto.
Las curadurías urbanas: en donde cualquiera hace lo que se le pega en gana a la hora de construir y establecer negocios, no importando si se hace en zonas residenciales, estos entes sobran porque son en el mejor de los casos un saludo a la bandera y un foco de corrupción en el más extremo.
Las personerías, las asambleas departamentales, la Auditoría General de la Nación, Cormagdalena, las CAR, la Contaduría General de la Nación: aparte de ser fuentes de excelentes sinecuras, ¿alguien sabe si han realmente servido de algo alguna vez?
El régimen salarial de los altos empleados del estado: una de las injusticias más hirientes de este país no es sólo que los congresistas, magistrados, ministros, consejeros y demás yerbas devenguen sus sueldazos, sino que también se las arreglen para recibir luego, además de adefesios tales como pasaportes diplomáticos a perpetuidad (una de las prebendas más codiciadas de los altos funcionarios públicos), pensiones millonarias que amenazan la viabilidad de las finanzas públicas, justifican la creación de más impuestos, y desvían los recaudos de éstos de la inversión social. Afortunadamente, la solución es muy simple: salario integral para todos los altos cargos del estado. Para una gente tan culta y preparada, no es difícil ponerlos a ahorrar de su cuenta para su pensioncita y sus cesantías; al fin y al cabo si algo han demostrado estos rateros de cuello blanco es la creatividad a la hora de desfalcar al estado. Están en mora de quitarle este fardo a la nación, a los contribuyentes y a las generaciones venideras que seguirán heredando el pago de sus jubilaciones millonarias.
Soluciones es lo que hay.
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