Roy Barreras se gana la lotería

Después de ser parodiado inmisericordemente en La Luciérnaga y después de soportar (con cierto estocismo, como se pudo comprobar en Hora 20) la burla despiadada de Daniel Samper Ospina (a.k.a. The Real Ramoncito), al senador por el Partido de la U Roy Barreras le tocó la semana de estar de buenas.

Empezó bastante malita para él, porque su proyecto de ley que le impondría cárcel a los conductores borrachos, fue hundido en el congreso con un desdén que hasta generaría suspicacia: es increíble que en el Senado no haya ni un solo congresista sin padres, cónyuge, hijos o parentela que le hayan hecho experimentar el dolor que ocasiona un conductor borracho que con negligencia criminal siega o trunca lo más querido.

Ahora, este domingo escribe Felipe Zuleta Lleras en El Espectador:
Razón le asiste al congresista Barreras cuando pretendió que todos los borrachos que manejen y sean pillados, como se dice popularmente, fueran apresados hasta por 30 días en caso de dar positivo en la prueba de alcoholemia.

También escribe Antonio Caballero en Semana:
Tiene razón, sin duda. Aunque no se ve muy bien cuáles pueden ser esos "estándares internacionales" puesto que, como señala con pertinencia uno de los ponentes del proyecto de ley, el senador Roy Barreras, del Partido de la U, "en ningún país en conflicto ni en guerra civil interna se ha hecho una ley como esta". Pero tiene razón, sin duda, Madariaga, desde el punto de vista de la justicia. Aunque, como añade el senador Barreras, "la consecuencia práctica de incluir los bienes muebles es que la ley sería inaplicable". Y concluye: "Yo creo que es una buena ley; pero lo perfecto es enemigo de lo bueno".

Y también tiene razón Barreras, como la tiene Madariaga, aunque al contrario. Así ha sido siempre en Colombia, desde los orígenes: es la vieja oposición entre la aspiración jurídica a la perfección formal y la tosca realidad de las cosas: entre la práctica teórica y la práctica práctica.


A lo largo de toda la vida colonial y republicana, la clase privilegiada bogotana nunca ha ocultado su colosal desdén y desprecio hacia todo lo que sea de provincia. Cuando se nombra a un provinciano en un cargo público, es puro manzanillismo, pero si un miembro de la clase tradicional ocupa ese puesto, entonces es un nombramiento de tipo técnico. Roy Barreras ha sido tratado de lambón, arribista y lagarto primero uribista, luego de la variedad santista; es decir, siempre del sol que más alumbre. Ahora le reconocen cierto mérito en su gestión y en su pensamiento.

¿Que vendrá después? ¿Lo volverán presidenciable?


Si sigue con ese buen sentido y ponderación que está mostrando, bien merecido se lo tendría.
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