Diatriba contra la Payola

Para poder viajar a Japón, Homero Simpson asistió con su familia a uns seminario en el que el expositor, les enseñaba a “exprimir cada centavo.” El eslogan del seminario era: “Viva como un potentado con el sueldo de un locutor de radio.”

Los Simpson viajaron a Japón y los locutores siguen viviendo de sus sueldos… ¡juájuájuá! A estas horas del partido, raro es quien no sepa de la existencia de la payola (quizá quienes se ponen a llamar a las emisoras para concursar, “impulsar” a sus artistas favoritos y sus canciones, o simplemente para hacer el ridículo). ¿Alguna vez se ha puesto a pensar por qué canciones tan puercas tienen tanta difusión en la radio mientras propuestas serias de artistas nuevos y también de los “establecidos” reciben una ducha de indiferencia mientras sus CDs acumulan polvo tanto en la emisora como el las discotiendas? Payola.

Disqueras, directores de emisoras y programadores – locutores se pasan la pelotica de la responsabilidad en uno de los sistemas más injustos que conozca cualquier mercado laboral. Si bien al arte lo rige la subjetividad (si se pudiera medir con certeza lo que le gusta al público apenas habría tres o cuatro gatos haciendo lo mismo todos los días — ejem — y no nuestra avalancha de artistas tratando todos de triunfar al mismo tiempo), no deja de ser retorcido que propuestas meritorias sean descartadas simplemente por que alguien no se “manifestó” con el DJ.

El tiempo de máxima difusión y audiencia de las emisoras es limitado, conseguir pauta publicitaria (como optan por hacer algunos locutores) es una tarea ingrata y cada vez más difícil, por lo que la solución más obvia para cuadrar caja y compensar el sueldo miserable, es montársela al artista y a su disquera. Y ni siquiera la payola es garantía de que quien la recibe va a cumplir con su parte del trato. Se comenta el caso de un locutor agalludo que cobró 70 millones a un cantante de vallenatos por “impulsar” determinada canción. El locutor se hizo el loco y se compró un carrazo con la plata. Indignado, el cantante recurrió al director y el locutor liso se tuvo que bajar de la plata que había pedido. Un colega del cantante fue menos afortunado: se endeudó con quien no debía para impulsar su trabajo discográfico en las emisoras, y en ninguna le pusieron su canción. Acosado por sus acreedores, le cobraron por las malas, si Ustedes me entienden.

Historias como estas son conocidas en el gremio musical barranquillero, pero nadie dice nada, ni denuncia, ni puede romper el círculo vicioso por su cuenta. El cantante de la camioneta perfectamente puede estar vetado en las emisoras ahora (aunque recuperó la plata). Y nadie que quiera vivir de la música quiere arriesgar eso. Para los que creen que la legislación que prohíba la payola es la solución, les menciono que Estados Unidos fue uno de los primeros países del mundo en prohibirla, y las disqueras, para hacerle el quite a la ley, se “inventaron” la figura del promotor “independiente”, sin ningún vínculo oficial con esta, pero que lleva todos sus “juguetes” a las emisoras.

Una autorregulación no vendría a tener lugar, porque nadie honraría el pacto, tal como ha sucedido antes (las emisoras dejan de pasar música nueva y se limitan a los “clásicos”), pero aquí va mi propuesta: un ente de naturaleza completamente privada (¡el estado no puede meter sus narices de ninguna forma!), conformado por delegados de artistas, disqueras y emisoras, y con real fuerza para imponer sanciones a quienes osen brincarse la tregua.

Charlie Gómez y los demás miembros del antiguo Grupo Raíces se deben sentir contentos de haber adquirido vigencia una vez más con "Perdóname", una canción grabada en 1987(!); pero siempre molestará algo que hayan tenido que pasar 24 años para que por fin tuviera éxito. ¿Cuántas estaciones de radio visitarían en su momento pidiendo una oportunidad? Una cosa es redescubrir una auténtica gema pasada por alto, como en el caso de "Señora Lola", y otra es que por cuenta de la payola, los éxitos salseros que se pegaban en todo el país vienieran a sonar 3 y 4 años después en Barranquilla, práctica siniestra que ayudó sin duda al declive de la salsa, negándole la difusión y el apoyo a los artistas cuando más lo necesitaban.

La otra opción, permítanme proponerla con un ejemplo: hace unos veinticinco años, quizá más, un artista cuyo cuarto de hora ya había pasado (pero no se había dado cuenta), se presentó en una emisora a promocionar su última cumbia, con una melodía un poco acachacado y una letra regularzonga. Con cordialidad empalagosamente obsequiosa le recibió el locutor, le puso su canción, le habló de cómo la cumbia ya se gozaba en Carrizal, Simón Bolívar, Las Nieves… el artista se regresó a su casa y su canción nunca más volvería a sonar.

¿Acaso habrá que esperar que los iPod, los MP3 y las emisoras que cualquiera pueda abrir en Internet terminen de volver irrelevantes a las emisoras de música?

Comentarios

Entradas populares de este blog

Real Madrid 8, Millonarios 0: los memes

Memes Quilleros