Grecia en ruinas
Por Paul Maršić
La Magna Grecia terminó como entidad política hacia el 280 a.C., el Imperio Alejandrino murió con su artífice (no hubo quien lo pudiera mantener unificado), pero el legado de la Grecia antigua sigue hasta nuestros días. Y de acuerdo a algunos europeos, los griegos modernos no han dejado de recordárselo a todos, pues la principal industria del país es en la actualidad el turismo, con sus 10 millones de visitantes anuales.
Ahora, las cifras: el déficit fiscal estaría en un abismal 14%, la deuda pública equivaldría a un colosal 115 a 130% del PIB, y a pesar de un plan de rescate que asciende a la friolera de 110.000 millones de euros, el entusiasmo de los rescatistas es casi inexistente.
¿La reacción de los griegos de a pie? Ninguno quiere que se desmonten los subsidios, las pensiones y los privilegios del estado de bienestar. Ante la inminencia de la quiebra del país, de la inviabilidad de la economía por pura y física iliquidez, no hay voluntad de sacrificio. La consigna de los que protestan en las calles, que por momentos parecen revolucionarios en ciernes, es que "paguen los ricos". El problema no es que la torta esté mal repartida, el problema es que no hay torta.
En cierta forma, los que protestan tienen razón. Dependiendo de la fuente, apenas unos 1.500 o unos 15.000 contribuyentes declaran ingresos iguales o superiores a los 100.000 euros anuales en Grecia. El resto se dedica a evadir el pago de impuestos. Y los jubilados, a jubilarse entre los 55 y 58 años para que los cada vez más exiguos contribuyentes los puedan mantener por 20 o 23 años más. A eso hay que añadirle que, otra vez dependiendo de la fuente, 1 en 3 o 1 en 4 de la población económicamente activa trabaja para el estado en Grecia. Los empleados públicos por supuesto que no están de plácemes con esta situación.
Lo peor es que la situación es tan desesperada para el pueblo griego, que parecen haber olvidado que buena parte del rescate es financiada por el resto de los contribuyentes europeos. Están tan imbuidos del concepto de derechos adquiridos y de reivindicaciones, que no sienten empacho al reclamar reparaciones de guerra a Alemania. Siguiendo ésta línea de razonamiento, entonces Egipto, Siria, Jordania, Líbano, Irán, Iraq, India y sí, hasta Israel y unos cuantos más podrían reclamar reparaciones por los daños que seguramente causó el ejército de Alejandro Magno.
No hay soluciones simples para esto, y derribar al gobierno actual no es una de ellas.
La Magna Grecia terminó como entidad política hacia el 280 a.C., el Imperio Alejandrino murió con su artífice (no hubo quien lo pudiera mantener unificado), pero el legado de la Grecia antigua sigue hasta nuestros días. Y de acuerdo a algunos europeos, los griegos modernos no han dejado de recordárselo a todos, pues la principal industria del país es en la actualidad el turismo, con sus 10 millones de visitantes anuales.
Ahora, las cifras: el déficit fiscal estaría en un abismal 14%, la deuda pública equivaldría a un colosal 115 a 130% del PIB, y a pesar de un plan de rescate que asciende a la friolera de 110.000 millones de euros, el entusiasmo de los rescatistas es casi inexistente.
¿La reacción de los griegos de a pie? Ninguno quiere que se desmonten los subsidios, las pensiones y los privilegios del estado de bienestar. Ante la inminencia de la quiebra del país, de la inviabilidad de la economía por pura y física iliquidez, no hay voluntad de sacrificio. La consigna de los que protestan en las calles, que por momentos parecen revolucionarios en ciernes, es que "paguen los ricos". El problema no es que la torta esté mal repartida, el problema es que no hay torta.
En cierta forma, los que protestan tienen razón. Dependiendo de la fuente, apenas unos 1.500 o unos 15.000 contribuyentes declaran ingresos iguales o superiores a los 100.000 euros anuales en Grecia. El resto se dedica a evadir el pago de impuestos. Y los jubilados, a jubilarse entre los 55 y 58 años para que los cada vez más exiguos contribuyentes los puedan mantener por 20 o 23 años más. A eso hay que añadirle que, otra vez dependiendo de la fuente, 1 en 3 o 1 en 4 de la población económicamente activa trabaja para el estado en Grecia. Los empleados públicos por supuesto que no están de plácemes con esta situación.
Lo peor es que la situación es tan desesperada para el pueblo griego, que parecen haber olvidado que buena parte del rescate es financiada por el resto de los contribuyentes europeos. Están tan imbuidos del concepto de derechos adquiridos y de reivindicaciones, que no sienten empacho al reclamar reparaciones de guerra a Alemania. Siguiendo ésta línea de razonamiento, entonces Egipto, Siria, Jordania, Líbano, Irán, Iraq, India y sí, hasta Israel y unos cuantos más podrían reclamar reparaciones por los daños que seguramente causó el ejército de Alejandro Magno.
No hay soluciones simples para esto, y derribar al gobierno actual no es una de ellas.
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