Cuando los científicos atacan (a la verdad)
Creo que uno de los favores más flacos que le hace la comunidad científica y académica a nosotros los legos, es tratar de vendernos la muy difundida pero falaz narrativa de que ésta está compuesta exclusivamente de individuos enamorados sólo del saber y de la verdad, tan desprendidos de las pasiones mundanas, que no saben responder a sobornos ni sucumbir ante los intereses creados. En fin, si hay algo que detiene la fluidez del progreso científico y académico, no es precisamente porque (inconcebiblemente) haya sectores retardatarios dentro de esta comunidad, sólo los barbáricos profanos son capaces de incendiar la biblioteca de Alejandría una y otra vez.
El método científico no sólo es un estándar, es también un ideal al que meros humanos lejos de la perfección rinden tributo y apenas pueden aspirar a emular, y que no es muy diferente del juramento hipocrático, o del ideal cristiano, ya que estamos en esas. Porque por cada Albert Schatz hay un Selman Waksman dispuesto a llevarse todo la gloria, por cada Niels-Henrik Abel muriendo en la miseria hay más de un Al Gore llenándose los bolsillos, y siempre habrá un Hans Mayer amargándole la vida a un Ludwig von Mises en ciernes. La verdad es que las peleas, rencillas y celos entre científicos o académicos son tan mezquinos y llenos de ruindad como las de cualquier hijo de vecino.
Es explosivo por decir lo menos el acusar a un académico ya difunto de tener un pasado nazi en las SS, con el añadido de una documentación que refuerza fácilmente la certeza de la aseveración, lo que sorprende es que no se usen métodos más apegados a la ciencia para obtener pruebas concluyentes.
De acuerdo a un editorial del 26 de Enero de este año, The Hindu afirma que una reciente encuesta del British Medical Journal (BMJ) de casi 2.800 médicos y académicos reveló que el 13% de los encuestados afirmó tener conocimiento de primera mano de alguien "haciendo ajustes inadecuados, excluyendo, alterando o inventando datos." Un 13% de más diría yo. Interesantemente, es un fenómeno en alza: dos encuestas anteriores en 1992 y 2001, informaban acerca de un 10% y un 11% respectivo de médicos y académicos tramposos.
Y no es algo nuevo: para quien se adentra en el affair Galileo, éste tiene un trasfondo inconfundible de reyerta mezquina entre científicos, no exentos de manipular y usar el temible poder de la Inquisición para “dirimir” la controversia por medio de aplastar completamente al célebre cuasimártir. El historiador Horace Freeland Judson afirma que incluso gigantes de la ciencia como Charles Darwin, Louis Pasteur, Gregory Mendel y Sigmund Freud manipularon su data cuando no les convenía.
La ciencia busca ver al mundo como es y dar con la verdad, y nosotros deberíamos ver a los científicos como son, y darnos cuenta de que a ellos a veces tampoco les gusta la verdad.
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