¿Qué tienen Steve Jobs, Julio Mario Santo Domingo y la Nena Jiménez en común?
Ni siquiera la muerte puede deshacer ya la moderna dinámica del acelerado ciclo de noticias. Antes se esperaba algún tiempo prudente y se respetaba el dolor de los deudos y de los bienquerientes; ahora gracias a los blogs, las redes sociales, los medios digitales y sobre todo, los foros del lector, ningún personaje alcanza a adquirir el rigor mortis sin que ya le recuerden con grosería y ordinariez sus errores, malas acciones o vicios.
Steve Jobs no es ya un visionario, el creador de tecnologías que afectan profundamente nuestras vidas ni el forjador de un imperio de la informática, sino un tirano que no dudaba en emplear tácticas fascistas para impedir filtraciones a la prensa, que no vacilaba en maltratar de palabra y humillar a cualquiera de sus empleados, sabiéndose invulnerable.
Julio Mario Santo Domingo tampoco es el empresario que alternó con el Grupo La Cueva en la época dorada de la vida intelectual Barranquillera, el dueño de un conglomerado de empresas y de una multinacional cervecera, sino un asesino de las sociedades empresariales abiertas, que para poder prosperar en sus empresas necesitaba constantemente la protección del estado.
Rosa Helena Jiménez, mejor conocida como la Nena Jiménez, tampoco es una pionera del humorismo colombiano, que rompió barreras y prejuicios con su talento innato, sino una grosera cuentachistes de humor soez, apropiado para los estratos bajos, y dignamente representativo de la guisa idiosincrasia colombiana en general.
¿Saben qué trolls? ¡Váyanse a peinar morrocoyos! El que dijo que al perro muerto no le tiran piedras no conoció sin duda el desperdicio de pixeles que representan los foros de los lectores de las publicaciones digitales. Repetitivos y cansones como Fernando Vallejo (al que inexplicablemente le rinden pleitesía no por buen novelista sino por el culiprontismo para insultar que se gasta), predecibles de lo monotemáticos que se vuelven.
Como diría “Cochise” Rodríguez, en este país la gente se muere más de envidia que de cáncer.
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