Los transportadores le miden el aceite al gobierno de Santos

Arrogancia y autocomplacencia ha sido la impronta a lo largo de seis meses de gobierno de Juan Manuel Santos. Con la asistencia de la intelligentsia periodística bogotana, el gobierno se preció desde el primer día, de tener una nómina de lujo para afrontar la agenda que había sido barrida bajo la alfombra por la administración anterior. Reforma política, ley de víctimas, reestablecimiento de relaciones con los países vecinos, entre otros temas vitales, fueron afrontados con celeridad y con la ilusión de que excelentes resultados estarían a la vuelta de la esquina.
De nuevo, la prensa ha ayudado a crear una narrativa en que la percepción es que la voz de la razón (y la razón misma) han llegado a administrar al país. Y Álvaro Uribe Vélez en twitter, sus hijos en el mismo medio, y sus todavía confesos seguidores se han metido en un berenjenal que sin sesgos los han hecho quedar como una partida de loquitos digna de conmiseración. Sus opositores y víctimas no ocultan su complacencia al oír mencionar las palabras "Baltasar Garzón" y "Corte Penal Internacional."

Al parecer, parte de la misma estrategia ha sido el catalogar como inepto a Rodrigo Rivera, el ministro de defensa, a quien le ha tocado afrontar la drástica disminución de la ayuda del Plan Colombia a la par de la emergencia de las bacrim, las cuales han cumplido lo que no pudo en vida el Mono Jojoy: llevar el conflicto armado a las ciudades. Menos recursos para la seguridad sí implican disminución de efectividad y de resultados.

Meterse con el ministro de minas, no es difícil para la prensa, al fin y al cabo Carlos Rodado Noriega no es un intocable como lo puede ser Germán Vargas Lleras, y como siempre, se omite que el problema de fondo de la política minera colombiana puede definirse en una sola palabra afecta al presidente: culiprontismo.

La renovación del parque automotor de transporte de carga no se va a conseguir mediante un decreto (si no, véase los procesos de chatarrización en Bogotá y Barranquilla), se consigue mediante la competencia. Y la competencia se consigue liberando las tarifas de los fletes, tal como en buena hora lo había dispuesto el ministro de transporte.
Lo que no ha dispuesto bien Germán Cardona es como implantar el nuevo esquema: los transportadores tienen semiparalizado al país y semiparalizada a la capital, y amenazan con paralizar por completo al país. Gracias a la (inadvertidamente) ingenua complicidad del gobierno local bogotano, una situación relativamente controlada está en ciernes de convertirse en un duelo de marca mayor, y en el momento definitorio de este gobierno, en el que ya no puede ganar a punta de bluffs, sino de imponer su autoridad, si es que quiere que no le pierdan el respeto, tal como se lo perdió Chávez en Venezuela, de acuerdo a lo señalado por Salud Hernández-Mora.

Al presidente, tan afecto al póquer, le tocó destapar su juego.
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