Las delicias de una adjudicación a dedo
¡Por favor, Sr. Santos! ¡Claro que Usted es parte interesada! La licitación se cayó, ¿pero de verdad le hubiera gustado ganarse una licitación de la que los demás proponentes se retiraron disgustados? No tiene nada de impúdico (¡ja!), el cubrimiento de RCN y Caracol del proceso. ¿Cómo nos hubiéramos enterado entonces de todo? Recuerde, Usted es uno de los dueños de otro conglomerado ecónomico. Por favor, respetuosamente le pido que no use ese argumento, porque le hace quedar muy mal.
Y sí, la programación de los dos canales nacionales principales (el 1 da grima - lo siento, Sr. Jorge Barón-) desagrada. Pero el público la ve gozoso. La televisión por cable ya no es muy cara y ya no conozco mucha gente que no tenga cable, internet, o siquiera un DVD en su casa. Así que ése no es el problema. No sé decirlo de otra forma, y el que se mete con Ustedes la paga bien caro; pero, simplemente: ganen una licitación o subasta limpiamente y eso es todo. Nada más. Ahora sí, su comentario editorial de hoy, para balancear las cosas:
Por cierto, está perdonado, Sr. Santos. Espero que yo también.Me perdonan, pero aunque sea parte interesada, imposible no comentar la desvergonzada campaña de RCN y Caracol TV para impedir la adjudicación de un tercer canal nacional para los colombianos.
Insólito que dos grupos económicos tan poderosos (Santo Domingo y Ardila), que han disfrutado durante más de 10 años de un jugoso duopolio sobre la televisión privada nacional, hayan concentrado durante meses toda su artillería mediática para evitar una competencia en este campo. E impúdico que celebren con bombos y platillos el aplazamiento que finalmente lograron de la adjudicación. Colombia es el único país de Latinoamérica con solo dos canales nacionales, cuyas ganancias -que son la envidia de la TV de la región- van en proporción inversa a su calidad.
Los que no tienen razón alguna para celebrar son los televidentes colombianos, que tendrán que seguir soportando, quién sabe hasta cuándo, una de las programaciones más reconocidamente mediocres del continente. Difícil que no lo sea, cuando se trata de dos canales que pactan aferrarse a como dé lugar al negocio que acaparan (52 por ciento de la pauta total de publicidad y 95 por ciento de la de televisión) y se calcan a sí mismos en su contenido.
Con sus noticieros idénticos y saturados de autopromoción; sus lastimosos "realities", o sus telenovelas paralelas sobre capos y mujeres de la mafia, no es de extrañar que la opinión anhele, según todas las encuestas, alternativas distintas en la televisión nacional. O que cada día crezca la audiencia de la TV por suscripción. Entre quienes pueden pagarla, porque los demás televidentes continuarán pegados de las delicias del duopolio.
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